FE: Creencia y esperanza personal en la existencia de un
ser superior (un dios o varios dioses) que generalmente implica el seguimiento
de un conjunto de principios religiosos, de normas de comportamiento social e
individual y una determinada actitud vital, puesto que la persona considera esa
creencia como un aspecto importante o esencial de la vida.
Biblia (Hebreos 11:1)
INTRODUCCIÓN
Al
enfrentar situaciones difíciles, es importante que sepamos distinguir entre la
prueba y la tentación.
Dios
permite que las pruebas lleguen a nuestra vida para fortalecer y purificar
nuestra fe.
Pero las
tentaciones tienen el propósito de incitarnos a pecar, para corrompernos y
debilitarnos. Como creyentes en Cristo, tendremos que enfrentar tentaciones y pruebas
de diferentes índoles y en diversos momentos de la vida. Esas son las ocasiones
cuando nuestra fe es puesta a prueba.
DESARROLLO
DEL SERMÓN
Abraham
caminó con Dios durante muchos años y tuvo que enfrentar diversas pruebas.
Cada vez
que se dejaba guiar por el miedo, tomaba malas decisiones; pero también supo
demostrar su fe por medio de la obediencia al Señor.
Había
podido comprobar la fidelidad de Dios, al ver su promesa hecha realidad cuando
le dio un hijo, a pesar de que parecía algo imposible de lograr. El hijo
prometido, Isaac, nació cuando Sara tenía 90 años de edad y Abraham tenía 100.
Fue por
medio de la descendencia de este hijo, que las demás promesas que Dios le había
dado a Abraham se harían realidad.
El
Señor prueba la fe de Abraham.
Después
de haber recibido el hijo de la promesa, Dios le pidió algo sorprendente y que
parecía contradecir las demás promesas que le había dado: “Toma ahora tu hijo,
tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en
holocausto sobre uno de los montes que yo te diré” (Gn 22.2).
Le había
tomado tanto tiempo recibir ese hijo y ahora Dios le pedía que lo sacrificara;
pero Abraham fue obediente. “Y Abraham se levantó muy de mañana, y enalbardó su
asno, y tomó consigo dos siervos suyos, y a Isaac su hijo; y cortó leña para el
holocausto, y se levantó, y fue al lugar que Dios le dijo (Gn 22.3).
Es
posible que haya habido un conflicto en la mente de Abraham, al tratar de
conciliar lo que Dios le pedía que hiciera con aquello que le había prometido
anteriormente: “Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré
tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te
maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra” (Gn 12.2, 3).
¿De qué
manera podría suceder eso si Isaac era sacrificado? Él no solo era importante
para su padre Abraham, sino también para el cumplimiento de las promesas de
Dios.
Sin
embargo, el Señor fue específico al decirle que debía sacrificar a Isaac, su
único hijo. Aunque
Abraham también tenía otro hijo con Agar, la criada egipcia
de Sara, Dios había escogido a Isaac como el hijo por medio del cual cumpliría
sus promesas.
Fue
también por medio de su descendencia que Jesús el Mesías vino a este mundo. Por
eso lo menciona como el único hijo de Abraham, y a quien él amaba.
El
hecho de que no entendamos por qué Dios nos pide que hagamos algo, nunca es una
excusa aceptable para no hacerlo.
El Señor
nos ama y tiene un plan y un propósito para nuestra vida. Aunque quisiéramos
una mejor comprensión de cómo Dios hará las cosas, Él no tiene por qué darnos
ninguna explicación. La obediencia consiste en hacer lo que nos pide, de
acuerdo a su tiempo, ya sea que nos agrade o no.
Abraham
es un perfecto ejemplo de esta verdad. Aunque no comprendía por qué Dios le
pidió que sacrificara a Isaac, hizo exactamente lo que se le había pedido.
Las
palabras que expresa en Génesis
22.4, 5 revelan
su confianza en que el Señor cumpliría sus promesas: “Al tercer día alzó
Abraham sus ojos, y vio el lugar de lejos. Entonces dijo Abraham a sus siervos:
Esperad aquí con el asno, y yo y el muchacho iremos hasta allí y adoraremos, y
volveremos a vosotros”.
El
significado original de esto en hebreo es que tanto Abraham como Isaac
adorarían y regresarían. Su fe en Dios era tan grande, que estaba convencido de
que, de ser sacrificado Isaac, Dios le resucitaría para cumplir con sus
promesas (Heb 11.17-19).
El
mismo poder y la misma autoridad de Dios para respaldar sus promesas a Abraham,
nos respaldan a nosotros también.
El Señor
conoce lo que desea hacer en nuestra vida, la manera en la que nos ha equipado
y el lugar al que quiere que vayamos. No debemos cuestionar a Dios, sino
confiar en Él.
La
confianza en Dios comienza con obediencia en aquello que parece insignificante.
Luego, cuando los grandes desafíos lleguen, ya estaremos acostumbrados a
obedecerle.
La
obediencia depende en que creamos que Dios es Omnisciente, que todo lo sabe;
Omnipotente, que tiene todo el poder; y Omnipresente, que está en todas partes.
Pero si
no le obedecemos, negamos que conoce lo que es mejor para nuestra vida, que
tiene el poder para cumplir lo que ha prometido y que estará con nosotros en
todo momento.
Aunque el
mandamiento de Dios era difícil de obedecer y no era del agrado de Abraham, en
ningún momento cuestionó al Señor. “Y tomó Abraham la leña del holocausto, y la
puso sobre Isaac su hijo, y él tomó en su mano el fuego y el cuchillo; y fueron
ambos juntos” (Gn 22.6).
Cuando su
hijo resaltó que tenían la leña y el fuego para el holocausto, pero no el
cordero, Abraham le respondió: “Dios se proveerá de cordero para el holocausto,
hijo mío” (v.
8).
Abraham
es fiel en la prueba.
La Biblia
no nos da evidencias de que Isaac se haya resistido al mandamiento de Dios.
Solo nos
dice que, al llegar al lugar indicado, Abraham edificó el altar, compuso la
leña y ató a su hijo Isaac para ponerlo sobre el altar (v.
9).
Sin
embargo, justo en el momento en el que extendió su mano para tomar el cuchillo
que usaría, el ángel del Señor le detuvo y le dijo: “ya conozco que temes a
Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único” (v.
12).
Y el
Señor les proveyó un carnero que estaba enredado en un zarzal, para que fuese
sacrificado. De esa manera reiteró sus promesas y bendiciones a Abraham. Fue al
confiar y obedecer a Dios que la fe de Abraham pasó esa prueba.
Este
relato bíblico nos enseña que la obediencia al Señor siempre produce victoria.
Aunque nunca nos pedirá que sacrifiquemos a otra persona, sí demandará que nos
alejemos de algunos y que pongamos a un lado sueños, metas y cualquier otra
posesión con tal de ser fiel y obedecerle. Y al hacerlo, nos daremos cuenta de
que la obediencia siempre trae bendición consigo.
REFLEXIÓN
- ¿Qué similitud encuentra entre la disposición de Abraham para sacrificar a su hijo y el sacrificio del Hijo de Dios por nosotros?
- ¿Se ha negado a obedecer al Señor en algún aspecto de su vida? ¿Cuál será el costo de su obediencia o de su desobediencia?
- ¿Le está pidiendo Dios que le entregue algo o que se aleje de algunas personas? ¿Qué cree que sucederá si le obedece? ¿De qué manera le exhorta la historia de Abraham a confiar en Dios?
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